
Para él, eso era habitual, hacía un año que ya venía rondándole la idea, pero no se había atrevido a tomar la desición de estar tan cerca de ella, para verla cada día.
Era tan linda, tan grácil, tan delicada en sus facciones; como no amarla, como no querer estar junto a ella, escucharla hablar horas, y mirarla atento a sus ojos color almendra, pero solamente hace unos días atrás, había ido concretamente a verla para conocerla en persona, y si se podía, hablarle.
No era fácil, nada fácil, se sentía tan torpe delante de ella cuando la veía venir. Le temblaban las piernas, los brazos se sentían pesados; tenía la impresión que no podría ni hablar, si es que se animaba para algún saludo que fuese; torpe, esa es la palabra, se ponía torpe, y le sudaban las manos. Si ella lo notaba así, sería un completo fracaso, un ¡desastre!. La idea era proyectarse fuerte, equilibrado, serio; a la vez que tierno, sereno, y protector.
Pero ¡nada! La veía y caía en ese estado turbio una y otra vez. ¿Cómo lo haré entonces? Era su dilema cada día que volvía para hacer ese contacto. Y ahí estaba hoy, luchando consigo mismo, para por lo menos balbucear un hola, cuando ella pasara. Se ánimo así mismo; aclaró la garganta, se paró erguido y tomó suficiente aire, controló su mente, respiró profundo, hasta que se sintió totalmente sereno. Hoy debo hacerlo, se decía así mismo, hoy debo ser capaz de romper este silencio; Ya una vez caí parado en mi propia tumba, pero hoy será diferente, hoy debo levantarme desde esa misma tumba y enfrentar mi vida, más vivo que nunca, no más tumbas, ahora sé lo que quiero realmente y ella es parte fundamental de esta vida, que quiero remediar.
Ella pasó justo en ese momento, y por única vez, después de tanto tiempo le miró. Él sintió que caería, pero se contuvo y con una voz que no parecía venir desde su garganta le dijo: Hola, mi nombre es Rodrigo San Fuentes, y soy tu padre… he venido para conocerte. Tan pronto dijo eso, sintió que se desmayaría, pero ella le tomó el brazo, y le dijo con una voz muy dulce: Mi nombre es Mariana, y siempre supe… quien eras.
Anouna
Una mirada a la Vida
No hay comentarios:
Publicar un comentario