El era una persona para establecer un convenio. Le gustaba mucho quedar en tablas, hacer un trato y cumplir con los trámites acordados. Era implacable poniendo límites, ejecutando sentencias, templando gaitas y pautando dosis. También era conocido por su habilidad para jugar la partida, achicar espacios y capear el temporal.
Eso sí, nunca se repuso del encuentro con ella.
Ella era una persona de armas tomar.
Le gustaba salirse por la tangente, tomar las de Villadiego y cambiar la legislación vigente. Además siempre tiraba del hilo y hacía luego una capa y de esta un sallo.
Era intratable en el mano a mano y era famosa su férrea defensa y su tío en América.
Cuando ella le vio a él, esta se deshizo en eulogios. El se hizo el despistado. Al principio acelerado luego, más rápido, sucumbió al antojo. Ella presta y pálida por la apuesta se abrumó del antojo, y el lleno de sonrojo intento hacerla feliz y tal.
Pero todo fue imposible. Se deshecharon las frases hechas y ya ella nunca fue ni el pareció lo que.
Eran ya solo, uno y otro
Anónimos sin amor ni tierra en un mundo en una sala de espera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario