miércoles, 28 de julio de 2010

Es difícil creer en el amor, es por eso que es increíble.

El era una persona para establecer un convenio. Le gustaba mucho quedar en tablas, hacer un trato y cumplir con los trámites acordados. Era implacable poniendo límites, ejecutando sentencias, templando gaitas y pautando dosis. También era conocido por su habilidad para jugar la partida, achicar espacios y capear el temporal.
Eso sí, nunca se repuso del encuentro con ella.
Ella era una persona de armas tomar.
Le gustaba salirse por la tangente, tomar las de Villadiego y cambiar la legislación vigente. Además siempre tiraba del hilo y hacía luego una capa y de esta un sallo.
Era intratable en el mano a mano y era famosa su férrea defensa y su tío en América.
Cuando ella le vio a él, esta se deshizo en eulogios. El se hizo el despistado. Al principio acelerado luego, más rápido, sucumbió al antojo. Ella presta y pálida por la apuesta se abrumó del antojo, y el lleno de sonrojo intento hacerla feliz y tal.
Pero todo fue imposible. Se deshecharon las frases hechas y ya ella nunca fue ni el pareció lo que.
Eran ya solo, uno y otro
Anónimos sin amor ni tierra en un mundo en una sala de espera.

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