Toma I
Recuerdo la primera vez que te vi como si hubiera sucedido hace media hora.
Era un día de finales del verano y tenías una especie de remera negra, más sexy que el pecado, que dejaba la mitad superior de tu espalda al descubierto. Tenías el pelo largo y lacio que fluía como un río negro en torno a tu cuello y bajaba por delante.
Lo primero que vi fue tu espalda, en concreto esa esquina justo debajo del hombro que marca el homóplato derecho. Escribías sobre el mostrador y ordenabas papeles y yo no podía apartar la vista de tu espalda, maquinaria perfecta, con sus movimientos de huesos y músculos, fluidos, precisos. Nunca antes, ni nuca después las formas de una mujer me habían atrapado tanto. En mi vida vi nada tan sugerente y excitante. Ese día, en ese instante, decenas de miles de ratones se precipitaron al vacío, aullando en éxtasis, presas de la lujuria más exacerbada. Y reían mientras caían, felices, dementes, perdidos.
Me acerqué al mostrador, para ver tu perfil y completar la imagen… tenías la voz chillona e insoportable, barba y estabas firmando como Roberto…
BLIP! Fundido a negro… Vamos de vuelta.
Toma II
Tu piel y la manera en que se movía siguiendo tus movimientos más ínfimos poblaban mi mente y mis ideas, pero no me atrevía a encararte directamente. Todavía no. Averigüé tu nombre con el cajero, que es bastante compinche. Paula. Y supe, también por él, que trabajabas en el estudio de Gonzalo. Gran coincidencia! En una de las cenas con el loco, como haciéndome el tonto, le pedí información sobre vos, algo que me diera la posibilidad de entablar un mínimo diálogo. Luego de mucho insistir, logré tener tu teléfono.
Te acordás? Me las ingenié para encontrarme con vos por casualidad en casi cualquier lado. Sonriéndote apenas, o saludándote con timidez. Tratando de generar un acercamiento.
Hace pocos días me llegó tu nota. Me dan ganas de besarte y recorrerte toda de punta a punta de pura emoción, comenzando por tu espalda. Mis intenciones son buenas y honestas, por lo que no entiendo por qué también me llegó la orden de restricción del Juez: 200 metros me parecen una distancia extrema, lo mismo que el juicio por acoso. No da.
BLIP! Fundido a negro… Vamos de vuelta.
Toma III
Al fin en casa. No fue sencillo y tuve que recurrir a cuanto truco de seducción conozco y apelar a toda la paciencia que fui capaz de juntar, pero finalmente parece que tenemos algo. Al menos ya viniste a cenar a casa, solos. Es una alegría que hayas guardo el teaser en la cartera, que no estén todo el tiempo revoloteando tus seis amigas, y encontrarte por una vez sin la alucinante cantidad de fornidos primos que llegaron a visitarte, todos a la vez desde Paraguay. Te diré que más que primos parecían guardaespaldas.
Me esmeré en la cocina y te agasajé con un vino que habría hecho llorar de gusto a los ángeles. La luz venía de un montón de velas perfumadas y la música era suave y sugestiva. Nuestra charla, distendida, ligera y sin presiones.
Lástima que no aceptaras quedarte a pasar la noche. Te prometo que no quería echarte esas pastillitas en la bebida, pero no me dejaste alternativa.
Lo que no me gustó tanto, fue ver que ponías cara de miedo cuando te ibas desmayando…
BLIP! Fundido a negro… Vamos de vuelta.
Toma IV
Fue una cena perfecta y salió de vos lo frío que estaba para salir a la calle y lo bien que se estaba frente a la estufa. Te acurrucaste a mi lado y permanecimos sin hablar, mirando las llamas largo rato, abrazados. Tu respiración se acompasó y luego pareció cesar. Te sacudí, te pellizqué, empecé a llamarte a gritos. No pude despertarte.
Tendrías que haberme dicho de tu alergia a los marsicos. Tan linda, pero tan suicidamente boba.
BLIP! Fundido a negro… Vamos de vuelta.
Toma V
Dejaste la copa a un lado y te volviste hacia mí, cuando estaba empezando a pensar que te habías quedado dormida. Tus manos eran sorprendentemente tibias y suaves. Tu piel, tal como la había imaginado. A tu cuerpo, ya lo había visto de mil maneras, en cada posible postura. No había previsto tu reacción, el estremecimiento, los gemidos, ese aliento dulce de fruta madura.
Creo que nunca voy a explicarme cómo se abrió ese hueco debajo tuyo, negro y vacío, ni la manera en que sólo vos caíste, mientras yo quedaba atrás, a pesar de haber estado entrelazados en un abrazo feroz. Imagino que tu cara de sorpresa y horror debe haber sido sólo un pálido reflejo de la mía.
Negrura y vacío. Estuve largo rato asomado al borde del agujero. Pronto dejé de verte, luego dejé de escuchar tu grito, largo y desesperado. En algún momento me dormí y al despertar ya no quedaba rastro del agujero, de vos, de tu pasaje; hasta tu copa estaba lavada y en su estante. Me pregunto si todavía estarás cayendo, después de tantos días. Si estarás viva. Espero que no tengas miedos, ni necesidades. Espero que tu piel esté sana e igual de hermosa a como la recuerdo.
BLIP! Fundido a negro… Vamos de vuelta.
Toma VI
Creo que estoy enloqueciendo. A veces estás tan presente que casi duele tu ausencia. Otras, cada vez más frecuentes y persistentes, tu imagen se desvanece como un sueño recordado a medias. Sé que conocía tu nombre, pero no lo recuerdo. Trato de aferrarme a él, pero es inasible y esquivo.
No. No lo entiendo. Ya ni mis fantasías me pertenecen.
BLIP! Fundido a negro… Vamos de vuelta.
Toma VII
Hoy fui al banco. Vi una chica hermosa. Delgada, esbelta, apenas más alta que yo, de tez clara y pelo oscuro, lacio y largo. Usaba un anillo en el pulgar y su ropa dejaba al descubierto la mitad de su espalda. No, no puedo explicarte lo hermosa que es, ni la gracia de sus movimientos. Casi felinos.
Cuando me acerqué y con torpeza le pregunté su nombre, me contestó que Paula, con voz suave y una sonrisa.
Blip!
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