martes, 6 de julio de 2010

ECHAR DEL NIDO

“Dedicado al supermán que habita en el corazón de todos los seres humanos”

Algunos pájaros echan a sus crías del nido, dejándolas caer al vacío, no permitiéndoles más opciones que el estrellarse contra el suelo o desplegar sus alas, para descubrir, así, su capacidad de volar.
La vida nos sorprende echándonos del nido que hemos ido construyendo para sentirnos seguros, cuando nuestro tamaño aconseja su abandono. El miedo a volar nos impide disfrutar del momento… Para sentir la presencia de nuestras alas debemos antes imaginarnos volando; para poder llegar a ello debemos conquistar nuestra imaginación.
Nuestro niño interior es quien posee la llave de la imaginación. Pero, normalmente, lo tenemos encerrado en las mazmorras de nuestra mente programada, custodiado por un ejército de razonamientos. Poco a poco, vamos olvidándonos de su presencia, sacando a los sueños de nuestra realidad consciente.
El máximo poder del humano no está en su razón, como constantemente nos repite nuestra cultura, sino en su imaginación. Sólo robando la imaginación de un pueblo se le puede hacer creer que la guerra sea la mejor solución.
Sin imaginación no podemos ser creativos; sin creatividad no podemos tomar posesión de nuestra propia vida.
Un accidente o enfermedad, que paralice parte de nuestro cuerpo, puede ser la forma en que la vida nos diga que empecemos a mover nuestras alas, nuestra propia imaginación… Volar o estrellarse contra el suelo…
Encontrarse en una silla de ruedas nos impide huir de nosotros mismos. La parálisis de nuestro cuerpo nos invita a poner en marcha aquello que habíamos dejado aparcado. El llanto de la impotencia moja los desiertos de nuestro corazón, la espera inevitable nos permite reconocer unos débiles brotes, que afloran donde antes la tierra resquebrajada imploraba agua, revelándonos la presencia de unas semillas que esperaban nuestras lágrimas.
La inmovilidad nos descubre un poder insospechado, nuevas dimensiones de movimiento; siempre y cuando nos atrevamos a abrir las alas de nuestra imaginación.
La quietud impuesta tambalea nuestras ideas de la vida, de las relaciones, de nuestra capacidad de aguante. Ver en la prueba, la dura prueba, una oportunidad, es difícil, pero la alternativa es estrellarse contra el suelo.
Christopher Reeve decidió volar, el amor hacia su familia le hizo descubrir sus alas. Durante nueve años, con el poder de su imaginación, movió muchísimos corazones, logró hacer llover en los desiertos de muchas personas, hacerlas descubrir las semillas que siempre habían estado en sus corazones. Nos deja una gran cosecha… Su audacia nos revela al supermán, que habita en el centro de nuestra imaginación. Tan solo hay que creer en él, sentirlo, para que nos coja en sus poderosos brazos y nos conduzca al encuentro con nosotros mismos, con nuestro propio poder, con nuestra libertad…
Gracias Christopher, gracias a todos los inválidos del mundo, por ayudarnos a mover nuestras alas. Sois muy importantes en la humanidad. Cada vez que nos permitís ayudaros nos recordáis nuestras propias invalideces. Cuando empujamos vuestras sillas, estamos también empujando nuestras emociones inmóviles, aquellas que tuvimos miedo a sentir.
Os propongo un pacto, nosotros empujamos vuestras sillas y vosotros nuestras emociones desnutridas. Si lo convertimos en un juego divertido, tal vez nuestros niños interiores puedan escapar de las prisiones de nuestra razón y, así, todos juntos dejar nuestras invalideces, y subidos en el poder de nuestra propia imaginación crear un mundo mejor
Carlos González

1 comentario:

  1. Christopher Reeve=Superman Su historia parece increíble pero es un ejemplo magnífico de superación como bien nos dices.

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